Si es así, las dos partes del juego, ama y sumiso, disfrutarán de él y se van a sentir muy satisfechas
Uno de los más graves problemas que plantea el ejercicio activo de la sinvergonzonería, tiene que ver con la manera de acabar la aventura. El sinvergüenza, aunque insolente, es un sentimental y suele tener reparos morales en el momento de mandar a la porra a su circunstancial pareja.